Nuestro alrededor hay un sínfin de cosas y
personas que se nos pueden pasar por desapercibidas.
Justo en ambas radican, precisamente, aquellas que nos darían el
impulso necesario para salir de las inercias de nuestro cotidiano.
Por eso el “bailarlas” se antoja un ejercicio fecundo para comprenderlas e
interactuar con ellas.